Objetivos de la Publicidad.

Hemos visto que la publicidad aplicada a la mercadotecnia está planeada para el ciclo de vida del producto. En la medida que este pasa por sus diferentes etapas necesitará diferentes tipos de enfoques, pero sea que esté en la fase de causar curiosidad o de generar imagen corporativa, hay objetivos que debe cumplir.

1. Informar.
Un producto no es visto de igual forma por diferentes personas y mucho menos en diferentes tiempos. Un par de zapatos puede significar seguridad para un constructor, y para una dama puede ser sinónimo de glamour. Una computadora en un tiempo puede considerarse un lujo y en otro momento una necesidad. La diferencia radica en el beneficio que produce. Eso precisamente es el producto y en esa función debe ofrecerse.
Que mejor manera de aclarar los beneficios del producto si no es por medio de la publicidad. Por esto la publicidad es información.
Luego de llamar la atención debe concluirse diciendo: “helo allí”, tal como lo hizo Juan el Bautista. No era importante el anunciante, más bien él mencionó que le era necesario menguar para que Cristo creciera. Su ministerio concluye con un broche informativo: “he aquí el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”.
Por lo tanto no debemos olvidar, que aunque algunas fases de la publicidad son poéticas y apelan a la inspiración, en el momento de tener la atención debe cumplir una función informativa.




2. Demostrar.
Si bien se conoce la utilidad del producto ofrecido, debe demostrarse su efectividad comparado con la competencia o la falta de él. Esto se logra con información, pero también con demostraciones en vivo.
La noticia de Jesús fue la misma siempre: “el reino de los cielos se ha acercado”; pero debió demostrar la realidad de ese reino por medio de acciones que le diferenciaran de muchos revoltosos que habían venido antes que él. También debía diferenciarse de su competencia tradicional; conservadores religiosos acostumbrados por años a hacer las cosas a su manera.
Jesús debió demostrar su diferenciación con milagros poderosos, pero también con acciones humillantes y controversiales. No lo hacía por causar conflicto; más bien porque estaba seguro de su verdad, reconociendo que para mostrar un reino desconocido, era imperante ejemplificarlo con ejercicios prácticos.
No es extraño que cuando vamos al supermercado haya muestras de prueba de productos, o las empresas dedicadas a vender artículos por televisión acuden a demostraciones en vivo de su efectividad. Como cristianos debemos acudir a las demostraciones que muestren que lo que predicamos también lo vivimos y esto deberíamos llevarlo a la práctica con cada actividad que realizamos. Hacemos tantos eventos en el año, tal como campañas médicas, venta de productos usados, conciertos, cenas o eventos en público. Sería interesante que analizáramos como lograr que estas actividades se conviertan en demostraciones reales de la fe que creemos.
Eso es Publicidad demostrativa al estilo Jesús.


3. Despertar.
Ningún esfuerzo es bueno si no produce reacciones de cambio en las personas. Eso es lo que busca nuestra misión y a eso es que llamamos arrepentimiento. Para esto se debe acudir a la creatividad, el ingenio por medio de la acción con el objeto de provocar reacciones de la curiosidad, la empatía, el reto y la convicción.
No hay personaje más creativo que Dios. Para ello solo debemos comparar un caballo de una cebra, ver el esplendor de un pavo real o analizar el buen humor de Jesús. El ser creativo no implica ser extrovertido, las personas deben prestar atención sin necesidad de sentirse ofendidas o agredidas.
Jesús para sanar a un ciego usó un poco de sucio lodo, era un acto de creatividad más que la beatificación de santa saliva. En otro momento provocó tanta curiosidad que alguien subió a un árbol para verle. Luego lo vemos entrando como rey montado en un simpático burro. Era necesario estar allí para poder ver la creatividad que tenía aquel que podía hablar a cinco mil personas, sin micrófono ni parlantes, en un lugar desértico y captar su atención sin tener que competir con el crujido colectivo del organismo ante el hambre inminente.
Estoy seguro que sabe de que hablo, usted lo ha visto en la predicación de un pastor cuya introducción es tan impactante que no se da cuenta a que hora se gastó 45 minutos que otro pudo haber convertido en un santo arrullo para almas reverentes. Apele a su creatividad, llame a la curiosidad de los ingeniosos, rete la valentía de los virtuosos, impresione la incredulidad de los aburridos.
Sea publicista al estilo Jesús, despierte la necesidad de los demás.




4. Convencer.
Ninguna práctica publicitaria es efectiva si no convence a la decisión por adquirir el producto. Si bien la persona debe estar informada y motivada, el arrepentimiento no es real mientras la persona no decide cambiar de dirección.
Este es el objetivo que más cuesta asimilar, porque la única manera de medir la publicidad orientada a la mercadotecnia son las ventas. En el ministerio esto es complicado, porque que no solamente medimos los nuevos convertidos, también debemos medir los que salen por la puerta trasera, los que capacitamos, los que involucramos en el ministerio y los que enviamos a servir. Adicionalmente también se deben medir los logros económicos, no porque sean prioritarios, sino porque todos los esfuerzos que se hacen cuestan dinero.
Jesús mantuvo un sorprendente equilibrio entre medir sus logros y el esfuerzo invertido en convencer. Claramente demostró que para él no era importante el tema económico y lo demostró delegando el cuidado del dinero quien que él conocía que no lo iba a administrar bien. Pero embargo su empeño por convencer lo manifestó en un plan organizado magistralmente con miras a saturar primeramente su equipo colaborador por medio de la enseñanza, el ejemplo, el monitoreo y la inspiración. Vemos como se esforzó por predicar a las multitudes, pero dedicar su mayor empeño en permanecer arduamente con grupos reducidos. Manejó un equipo de setenta personas a quienes envió de dos en dos; se hizo acompañar de doce individuos a quienes llamó selectivamente; disfrutó la compañía de tres de sus discípulos y les enseñó misterios especiales; invirtió sus últimos días en individuos por separado delegándoles responsabilidades complejas. Todo esto no es más que un acto organizado por lograr un convencimiento total de las personas que deberían cumplir su misión y promover un movimiento que permaneciera por siempre del cual somos partícipes con la misma pasión.
Esto también es publicidad cumpliendo el objetivo de convencer.
Jesús no solo se interesó en las cantidades, lo que hizo fue valorar las personas en las diferentes etapas de el ciclo de su ministerio. Inició desde la nada, llamando uno a uno, luego fue creciendo en número; logró multitudes en su etapa de saturación y finalmente invirtió sus esfuerzos en grupos cada vez más reducidos de personas que preparaba para su producto siguiente. Es claro, no menospreció su última venta cuando ofreció su producto al ladrón a precio de remate, sin mucho regateo le dijo: “hoy mismo estarás conmigo en el paraíso”
Debemos buscar que la publicidad cumpla la misión de convencer. Un sermón es un acto publicitario, es la anunciación de las buenas nuevas. Pero no solo eso debe convencer, deberemos buscar diferentes mecanismos para no solamente ser un buen semillero de plantas; también debemos promover un ministerio que sea buen vivero para producir crecimiento, sostenimiento y multiplicación.

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